Hades y Perséfone: El Amor y los Amantes del Inframundo - Mitología Griega
En el monte Olimpo, emergía una joven deidad, la Diosa de la Primavera, cuya juventud y belleza encantaban a los dioses masculinos. Su nombre era Cora, pero sería más conocida como Perséfone. Su madre, Deméter, era sobreprotectora y procuraba resguardar a su hija de las influencias de los dioses del Olimpo. Deseaba mantener la pureza y virginidad de Perséfone, al igual que las diosas Atenea, Artemisa y Hestia. Por ello, mantuvo a Afrodita y a su hijo Eros lejos de su hija, pues las deidades del amor no deseaban tener a otra deidad inmune a su influencia.
Lejos en las profundidades de la Tierra, había otro dios que vivía sin ser afectado por los dioses del amor. Su nombre era Hades, el señor del inframundo. Las interminables tareas de gestión de su reino no le permitían pensar en otra cosa más que su trabajo. Sin embargo, un gran temblor perturbó al reino de Hades, lo que lo llevó a subir a la superficie para descubrir lo que estaba ocurriendo. El volcán Etna estaba en plena erupción, una señal de que Tifón, el monstruo encarcelado por Zeus, estaba especialmente enfadado. En ese momento, Hades escuchó una dulce voz proveniente de un bosque cercano. Era Perséfone, quien cantaba sin percatarse de que alguien la observaba.
Afrodita y Eros, al notar el interés de Hades por Perséfone, aprovecharon la oportunidad. El dios de la pasión y el amor impactó el corazón de Hades con una de sus flechas de oro, infundiendo deseo y pasión en los corazones de hombres y dioses. Dominado por la pasión, Hades se acercó a la Diosa de la Primavera, quien no notó su presencia. Hades intentó coquetear con ella, pero Perséfone se resistió a sus avances con fuerza. Sin embargo, Hades finalmente se apoderó de ella y provocó que la tierra se abriera para que pudieran descender juntos hacia sus dominios.
Perséfone, agitada por la situación, fue encerrada por un tiempo en una de las habitaciones del Palacio de Hades hasta que se calmó. En ese momento, Hades declaró su amor a Perséfone, quien, aunque se sentía atraída por él, intentó apartarlo. Por otro lado, Deméter comenzó a angustiarse al no saber el paradero de su hija y vagó por el mundo en su búsqueda. Después de mucho tiempo, se encontró con una de las ninfas que solía acompañar a Perséfone. Esta le contó cómo Hades había secuestrado a su hija y la había llevado al inframundo a través de la tierra que se abrió.
Deméter, enfurecida al enterarse de lo sucedido, no quiso perdonar a Gea, la Diosa de la Tierra, por haberse convertido en cómplice del secuestro de su hija. Como Diosa de la Agricultura, Deméter era responsable de la fertilidad del suelo, pero para castigar a Gea, hizo que la tierra se volviera infértil. La diosa lloraba por la falta de su hija y, debido a su gran tristeza, comenzó a descuidar sus obligaciones.
Zeus se preocupó por la situación, ya que si Deméter no cumplía con sus deberes, el caos se apoderaría del mundo. El gran dios intentó convencerla de que volviera a realizar sus tareas, pero ella afirmó que hasta que recuperara a su hija, el mundo seguiría siendo infértil. Zeus acordó que Perséfone sería liberada del inframundo siempre y cuando no comiera ningún fruto de ese reino. Hermes, a petición de Zeus, guiaría a Deméter al inframundo, ya que como conductor de almas, conocía los caminos que llevaban al reino de Hades.
La Diosa encontró a su hija justo cuando estaba comiendo granos de granada ofrecidos por el señor del inframundo. Tras comer la fruta, Perséfone sufrió una metamorfosis y se convirtió en la reina del inframundo. Deméter reprendió a su hija por aceptar comer la comida de un ser tan malvado. Mientras tanto, Perséfone afirmaba que su esposo no era tan malvado, y la trataba con respeto y verdadero amor. Además, allí sería una verdadera reina. El corazón de Deméter se llenó de dolor, y comenzó a llorar conmovida por la tristeza de su nuera.
Hades le propuso un trato a Perséfone: pasaría una parte del año en el inframundo y otra parte con su madre en la superficie. Una vez acordado, Perséfone podría volver a la superficie con Deméter. Debido a la tierra infértil, flores comenzaron a brotar en gran número, y las cosechas volvieron a ser abundantes. Sin embargo, el período de encuentro entre Perséfone y Deméter se agota, y la joven diosa tiene que regresar al inframundo para reunirse con Hades.
Deméter se siente desolada al ver que su hija se ha ido y, deprimida, vuelve a descuidar sus obligaciones. Pero cuando madre e hija se reencuentran, el mundo vuelve a florecer. Así se originan las estaciones. Esta historia de amor entre Hades y Perséfone es una de las más famosas de la mitología griega. Por otro lado, existen otros relatos relacionados con el inframundo. Uno de ellos es el de Adonis, un joven cazador de belleza inigualable.
Mientras paseaba por los bosques en busca de su presa, Adonis admiraba la belleza de las ninfas de las flores, quienes lo consideraban tan hermoso que parecía un dios. Un día, su belleza llegó a llamar la atención de Afrodita, la Diosa de la Belleza y el Amor, quien jugaba en el bosque con su hijo Eros mientras este afilaba sus flechas. La diosa quedó encantada con el joven y comenzó a seducirlo ante la mirada de su hijo.
Eros, enfadado por los celos, dio la espalda a su madre y continuó afilando sus flechas de oro. Afrodita aseguró que Eros no debía sentir celos, ya que para ella él siempre sería el más bello. Ella lo abrazó para consolarlo, pero accidentalmente se hirió con la flecha que Eros sostenía, enamorándose ella misma de Adonis. La diosa le preguntó al joven quién era, ya que era tan hermoso que parecía un dios. Adonis respondió que no era un dios, sino un simple mortal.
Esto desconcertó a Afrodita, pues no sabía que un hombre pudiera ser casi tan perfecto como un dios. La diosa se acercó a Adonis con una mirada tan seductora que ningún dios y mucho menos un mortal pudo resistir. La pareja se besó y a partir de ese día se reunieron regularmente, viviendo días de intenso amor.
Una primavera, Perséfone, la Reina del Inframundo, paseaba por un bosque y se encontró con la pareja de amantes. Quedó encantada con lo que veía, pero lo que no sabía era que Eros, el Dios del Amor, estaba dispuesto a hacer otra de sus jugarretas. Fulminó a Perséfone con una de sus flechas y la Reina también se enamoró del joven. Perséfone afirmó que Afrodita debía aprovechar mientras pudiera, ya que un día Adonis sería suyo.
Afrodita, celosa y temiendo que el joven cazador resultara herido en sus cacerías, le dijo que no se preocupara, pues ella tenía mucha experiencia y le prometió que no se arriesgaría innecesariamente. Sin embargo, además de Afrodita y Perséfone, había otro dios que también le echaba el ojo a Adonis. Se trata de Ares, el dios de la guerra y amante de Afrodita. Albergaba un gran odio hacia su rival, pues sabía que el amor de Adonis por la diosa rivalizaba en igualdad de condiciones con su amor por Afrodita.
Sabiendo esto, Ares trama su venganza. Un día, mientras Adonis deambulaba por el bosque en busca de otra presa, se topó con un poderoso jabalí. Ares avivó la sed de sangre del joven, quien olvidó la promesa que le había hecho a Afrodita de no arriesgarse de manera innecesaria. Adonis decidió luchar contra la bestia y logró herirla, pero Ares había llenado el corazón del jabalí de una rabia incontrolable.
El jabalí, en lugar de huir para preservar su vida, atacó furiosamente a Adonis, clavando sus poderosos colmillos en su abdomen. Adonis resultó mortalmente herido. Al enterarse de lo sucedido, Afrodita corrió en su ayuda, pero no pudo hacer nada más. Adonis murió en sus brazos. Afrodita lo enterró y sobre su tumba brotaron hermosas flores rojas que recibieron el nombre de adonis.
Mientras una diosa lloraba, otra, en el inframundo, esperaba radiante la llegada del hombre más bello que jamás haya existido. La impotente Diosa del Amor ve la llegada de Hermes, quien estaba allí para guiar el alma de Adonis hacia el reino de Hades. En el inframundo, la reina Perséfone esperaba ansiosamente la llegada del hombre más bello del mundo, por quien alimentaba una gran pasión generada por la flecha de Eros.
Adonis fue recibido en el inframundo por los espectros, quienes lo trataron con toda pompa y ceremonia. El joven se sorprendió por tal bienvenida, ya que ni siquiera sospechaba del amor que le profesaba la Reina del Inframundo. Los espectros leales a Perséfone alojaron al joven en una habitación especial del palacio real. Mientras Hades dormía, su reina invadió la cámara de su huésped. La bella diosa acorraló al joven, quien intentaba esquivarla por temor a la venganza de Hades.
Sin embargo, la diosa le aseguró que no debía preocuparse, ya que si él no lo decía, ella tampoco lo haría. Rindiéndose a la lujuria de la diosa, Adonis se entregó a ella. Estos encuentros furtivos se repitieron día tras día. Afrodita echaba mucho de menos a su amante y, actuando de forma impulsiva, decidió descender al reino de Hades y rescatar a su amor.
Allí encontró a Adonis sirviendo a los dioses del inframundo y le dijo que estaba allí para llevarlo de vuelta a la superficie. Sin embargo, Hades se sintió ofendido al ver a la Diosa del Amor invadiendo su reino y haciendo demandas. Afirmó que no le importaba la voluntad de Afrodita y que valoraba los servicios prestados por Adonis, por lo que permanecería en el inframundo para siempre.
Ante esta respuesta, Afrodita amenazó con extinguir todo el amor de la faz de la tierra, y aseguró que solo existiría rencor y resentimiento entre las parejas. Hades desterró a Afrodita de sus dominios, y ella se marchó llorando. Sin embargo, sus amenazas no fueron en vano, pues el amor entre las parejas comenzó a decaer en todo el mundo.
Zeus decidió que era necesario hacer algo al respecto y convocó a Hades, Perséfone y Afrodita a una reunión. Manifestó que la situación no podía continuar así, y propuso a Hades poseer a Adonis de manera similar al acuerdo que había hecho con Deméter. Un tercio del año lo pasaría en el inframundo, otro tercio en la superficie con Afrodita, y el último tercio lo disfrutaría como quisiera.
Hades, a pesar de no estar contento con que Zeus se entrometiera en sus asuntos, decidió aceptar la propuesta al saber que Adonis era el siervo favorito de Perséfone. Sin embargo, para sorpresa de Hades, Perséfone aceptó la propuesta por el bien de todos, permitiéndole a Adonis volver a la superficie y regresar al reino del inframundo solo cuando se acercara el invierno.
Hades, perplejo, no entendía por qué Perséfone liberaba a Adonis sin luchar. Llegada la primavera, Adonis partía al encuentro de su amante, Afrodita, pero con la llegada del verano, esta tenía que alejarse nuevamente. Lo que Hades no previó es que durante el verano, Perséfone también salía del inframundo para reunirse con su madre, Deméter.
Así, durante el verano, Adonis y Perséfone se amaron sin preocuparse de ser atrapados por el rey del inframundo. Pero la disputa entre Perséfone y Afrodita siempre se mantuvo. Siempre intentaban alargar al máximo su tiempo con Adonis, y por eso algunos años el invierno parecía más largo o el calor del verano insistía en quedarse.
Tabla de contenido:
1. El secuestro de Perséfone por Hades
2. La tristeza de Deméter y el castigo a Gea
3. El acuerdo entre Hades, Perséfone y Zeus
4. La historia de Adonis y Afrodita
5. La convocatoria de Zeus y el acuerdo final
Preguntas frecuentes:
1. ¿Por qué Hades secuestró a Perséfone?
El Dios del Inframundo se sintió atraído por la belleza y juventud de Perséfone, y decidió tomarla como su esposa.
2. ¿Cuál fue el castigo de Deméter a Gea?
Como Diosa de la Agricultura, Deméter hizo que la tierra fuera infértil como castigo por haberse convertido en cómplice del secuestro de su hija.
3. ¿Cómo surgen las estaciones según esta historia?
Las estaciones surgen debido a que Perséfone pasa una parte del año en el inframundo y otra parte en la superficie con su madre, Deméter.
Espero que esta fascinante historia de amor entre Hades y Perséfone, junto con la trágica historia de Adonis y Afrodita, haya capturado tu interés. Si deseas conocer más sobre la mitología griega, te invito a explorar los artículos relacionados en este blog.
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¡Hola! Soy Alex, un apasionado de la mitología que ha dedicado gran parte de su vida a estudiar y explorar distintas culturas y sus mitos. Desde joven, me sentí atraído por historias de dioses, héroes y criaturas fantásticas que alimentaban mi imaginación y curiosidad. Con el tiempo, desarrollé un amor especial por la mitología nórdica y egipcia, aunque siempre he estado ávido de descubrir otras tradiciones.
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