Ares, el Dios de la Guerra: Violencia divina, amores turbulentos y poder incontrolable
Zeus, el supremo señor del Olimpo, contrajo matrimonio con Era, una diosa que sentía celos del amor de Zeus hacia su hija favorita, Atenea. Era deseaba intensamente tener un hijo fuerte, hermoso y poderoso, que algún día pudiera reemplazar a Zeus, tal como estaba escrito en una antigua profecía. Los deseos de la reina de los cielos se cumplieron cuando dio a luz a un hermoso niño al que llamaron Ares.
A medida que el pequeño dios crecía, también se hacían evidentes señales de su ira y brutalidad. Conforme se hizo adulto, recibió una armadura bellísima y un yelmo dorado, convirtiéndose en el epítome del guerrero perfecto. Ares se convirtió en el dios de la guerra, y su deseo por los conflictos y la sangre aterrorizaba a los demás dioses.
La naturaleza violenta de Ares
Debido a su naturaleza violenta e incontrolable, gran parte de las divinidades lo veía con desprecio y temor. Durante las batallas entre los hombres, Ares se deleitaba con el derramamiento de sangre. No tenía preferencia por ninguno de los bandos en disputa, ni apoyaba la justicia, la honestidad o la valentía. Ares tendía a favorecer a aquellos que fueran más violentos y brutales, pero también mostraba su apoyo a aquellos que le rendían los debidos homenajes y honores.
Ares y Zeus
Zeus expresó abiertamente su desprecio hacia Ares, llegando a considerarlo el dios más detestable del Olimpo. Para Zeus, Ares solo amaba la discordia, la guerra y los combates. El rey de los dioses llegó a manifestar que si Ares no fuera hijo de Era, habría sido desterrado del Olimpo sin dudarlo.
Sin embargo, Ares tenía seguidores divinos, entre ellos Eris, la diosa de la discordia, que con sus malévolos poderes desencadenaba todo tipo de desentendimientos y disputas entre los hombres. Asimismo, Eris estaba acompañada por sus hijos: el hambre, el dolor, la fatiga y el olvido, quienes hacían que los hombres olvidaran la presencia de los dioses después de las batallas.
El cortejo de Ares
Tras las huellas de Ares y su cortejo, llegaban las Queres, las divinidades de las muertes violentas. Estas bebían la sangre de aquellos que perecían en los campos de batalla, y arrastraban directamente al Tártaro a aquellos que lo merecían.
Atenea, la diosa de la guerra estratégica, era la única que se oponía abiertamente al sanguinario dios, e incluso lo derrotó en varias ocasiones. Sin embargo, ni siquiera ella podía detener la sed de sangre de Ares. Solo una diosa fue capaz de apaciguar el corazón violento de Ares: Afrodita, la diosa del amor.
Resumen de la información
Dios | Características | Seguidores divinos |
---|---|---|
Ares | Violento y brutal, dios de la guerra | Eris, los Queres |
Preguntas frecuentes
A continuación, respondemos algunas preguntas comunes sobre Ares:
1. ¿Por qué los dioses temían a Ares?
Los dioses temían a Ares debido a su naturaleza violenta e incontrolable, su amor por el derramamiento de sangre y su apoyo a la brutalidad en las batallas.
2. ¿Quién era el único dios capaz de oponerse a Ares?
Atenea, la diosa de la guerra estratégica, era la única que podía enfrentarse directamente a Ares y derrotarlo en ocasiones.
3. ¿Qué diosa fue capaz de apaciguar el corazón violento de Ares?
Afrodita, la diosa del amor, fue la única capaz de calmar la ira de Ares y su sed de sangre.
4. ¿Qué poderes nefastos traía consigo Eris, la diosa de la discordia?
Eris podía provocar desentendimientos y disputas entre los hombres gracias a sus malévolos poderes, acompañada por sus hijos: el hambre, el dolor, la fatiga y el olvido.
Esperamos que hayas disfrutado de esta información sobre Ares, el dios de la guerra. Si deseas leer más sobre la mitología griega, te invitamos a revisar nuestros artículos relacionados.
Hasta la próxima,
El equipo de rincondelmito.com
Array¡Hola! Soy Alex, un apasionado de la mitología que ha dedicado gran parte de su vida a estudiar y explorar distintas culturas y sus mitos. Desde joven, me sentí atraído por historias de dioses, héroes y criaturas fantásticas que alimentaban mi imaginación y curiosidad. Con el tiempo, desarrollé un amor especial por la mitología nórdica y egipcia, aunque siempre he estado ávido de descubrir otras tradiciones.
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